Historia Alternativa
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La invasión estadounidense de Irán de 1980 fue un conflicto que comenzó el lunes 28 de abril de 1980 y finalizó el viernes 13 de junio de ese mismo año. El conflicto no acabaría en esa fecha, si no que cinco años más tarde con la normalización y estabilización del país bajo una monarquía parlamentaria.

La principal justificación para esta operación que ofreció la Casa Blanca fue la denominada Crisis de los rehenes en Irán, durante el cual el nuevo gobierno surgido tras la revolución iraní tomó como rehenes sesenta y seis diplomáticos y ciudadanos de los Estados Unidos de América. La crisis empezó el 4 de noviembre de 1979 y duró hasta la invasión norteamericana propiamente tal el 28 de abril de 1980.

Después de dos intentos fracasados para iniciar una liberación de los rehenes, el presidente estadounidense, apoyado por amplios sectores del pueblo norteamericano que exigían la deportación de los ciudadanos persas de su país, anunció la entrada de los Estados Unidos en una guerra argumentando la "lucha del país por los ideales de la libertad, y por defender a sus ciudadanos de un gobierno totalmente ilegítimo".

Antecedentes[]

El 22 de octubre de 1979 el monarca iraní Mohammad Reza Pahlevi, viajó a Nueva York para ser sometido a un tratamiento contra el cáncer. El 1 de noviembre, el nuevo líder de Irán, el clérigo islamista chiíta, el ayatolá Ruhollah Jomeini, encabezó una revolución islamista que buscaba un nuevo gobierno, argumentando que el Sha era un "títere" de los intereses de Estados Unidos y que debía ser depuesto para imponer un nuevo gobierno, una república de carácter teocrático.

El 4 de noviembre la embajada estadounidense de Irán fue rodeada por un grupo de alrededor de quinientos estudiantes iraníes seguidores de la revolución islamista. Cincuenta y dos estadounidenses fueron tomados como rehenes, mientras que seis diplomáticos lograron escapar de la embajada durante la toma, los cuales fueron refugiados por el embajador canadiense y su esposa en su residencia hasta su rescate. El Presidente Bob Kennedy llamó a las víctimas del secuestro "víctimas del terrorismo y la anarquía" y añadió que Estados Unidos no iba a ceder al chantaje.

A menudo, el movimiento islamista mostraba a los rehenes con los ojos vendados a la población local y a las cámaras de televisión. Los rebeldes islamistas dijeron que los ciudadanos cautivos serían liberados únicamente a cambio de la extradición del ShaIrán para ser juzgado por "crímenes contra el pueblo iraní" en consonancia con las palabras del líder islamista, el ayatolá Jomeini, clérigo islamista chiita de línea dura, con una retórica fuertemente antiestadounidense, denominando repetidas veces al gobierno estadounidense como "el Gran Satán" y "el enemigo del Islam".

Crisis de los rehenes en Irán[]

1024px-Man holding sign during Iranian hostage crisis protest, 1979

Protestas en la capital estadounidense.

La crisis fue descrita por los medios occidentales como una "venganza e incomprensión mutua". En Irán, la toma de rehenes fue ampliamente vista como un golpe contra los Estados Unidos. En aquel país, y en general se vio la toma de rehenes como un atropello que viola el principio de derecho internacional de la concesión de los diplomáticos inmunidad e inviolabilidad que gozan recintos diplomáticos por parte del movimiento islamista.

Kennedy rehusó ceder a las demandas, mientras que Jomeini utilizó la situación para consolidar su poder y anular los desafíos del ala moderada de su gobierno, encabezada por su presidente. Las crecientes manifestaciones en contra de los iraníes en el país, obligaron al Presidente a tomar una determinación.

Su primera medida fue la cancelación de las relaciones diplomáticas y la imposición de un embargo comercial, incluido medicinas y alimentos. Además habló al país para anunciar un ultimátum contra el régimen de Jomeini:

Hace dieciocho años atrás, en este mismo despacho, el Presidente debió enfrentar una situación de la más importante gravedad.

Se dijo que si se permite que las fuerzas agresivas crezcan sin ningún control y sin ninguna respuesta, se llega, inevitablemente, a la guerra.

Antes de que llegue el día del horror, antes de que sea demasiado tarde para actuar, este peligro debe ser eliminado. Los Estados Unidos de América tienen la autoridad soberana de usar la fuerza para asegurar su propia seguridad nacional. Ese deber recae sobre mí como comandante en jefe por el juramento que hice, por el juramento que mantengo.

Reconociendo la amenaza a nuestro país, el Congreso de Estados Unidos votó mayoritariamente el apoyo al uso de la fuerza contra Irán.

América ha tratado de trabajar con Naciones Unidas para solucionar esta amenaza porque queríamos resolver el problema pacíficamente. Creemos en la misión de Naciones Unidas.

El régimen tiene una historia de agresiones en Oriente Medio. Odia profundamente a América y sus amigos, y ha ayudado, entrenado y dado cobijo a terroristas. Nuestra lucha por la libertad nos obliga a liberar a nuestros ciudadanos, y a salvar a un pueblo oprimido.
Robert Francis Kennedy, discurso en el Despacho Oval, el 28 de abril de 1980.

Hubo numerosos intentos de rescate fallidos ordenados por la Casa Blanca. La euforia por la humillación a la nación más poderosa distrajo al pueblo iraní de las dificultades económicas de su país. El plan de acción fue bombardear algunas instalaciones petrolíferas de Irán, bloquear el país por mar y llevar a cabo ataques aéreos. 

La aprobación del Presidente Bob Kennedy aumentó considerablemente, e incluso los republicanos apoyaron la intervención militar. Mientras todo esto sucedía, y el país estaba bajo los ojos del mundo, Mohammad Reza Pahlevi se encontraba refugiado en Panamá. Después se movió a Egipto, donde fallecería el 27 de julio de 1980, cuando Estados Unidos ya había ocupado su tierra.

Desarrollo[]

Ofensivas iniciales[]

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Los guerrilleros iraníes.

La invasión de Irán se inició el lunes 28 de abril de 1980 cuando las fuerzas estadounidenses iniciaron los primeros bombardeos aéreos sobre los objetivos iraníes con misiles lanzados desde barcos y submarinos. Mientras las fuerzas estadounidenses y británicas avanzaron desde Juzestán, donde fueron apoyados por movimientos separatistas. Sus aliados iraquíes lo hacían por el norte, mientras que esto fue acompañado por guerrillas kurdas que iniciaron sus acciones.

Con la intención de defender al país, Jomeini ordenó dividir Irán en cuatro secciones y encargó la defensa de cada región a una persona de su entera confianza. Un percance obligó a replantear los planes de invasión al negársele al ejército estadounidense la entrada desde Afganistán lo que hubiera permitido realizar una rápida maniobra en tenaza para tomar Teherán.

A pesar de todo, fuerzas especiales tomaron contacto con las milicias kurdas y se planeó un ataque coordinado de los guerrilleros desde el norte con apoyo de tropas aerotransportadas siempre y cuando las operaciones en el sur marcharan según lo previsto.

La invasión empezó con bombardeos sobre Teherán mediante misiles Tomahawks, que habían adelantado su fecha de lanzamiento para la ocasión, lanzados desde buques y submarinos, a lo que le seguirían ataques aéreos con cazas y bombarderos pesados.

La respuesta de los iraníes no se hizo esperar y las fuerzas desplegadas cerca del Estrecho de Ormuz iniciaron un duelo artillero con elementos de la División Acorazada de los Estados Unidos. Posteriormente, se adentró en el desierto una columna estadounidense formada por numerosos tanques, vehículos blindados y helicópteros luego de pasar la frontera de Irán.

Mientras esto sucedía en Juzestán, los movimientos nacionalistas tomaron la sede del gobierno, mientras esperaban la rápida llegada de los estadounidenses, el día siguiente. Por el norte, los guerrilleros kurdos entraban con mayor resistencia a sus territorios reclamados.

El gobierno iraquí, encabezado por Sadam Husein, intentó garantizar al pueblo iraquí que sufriría lo menos posible por la guerra. Al mismo tiempo se exaltaba su culto de la personalidad que tenía nuevas alturas de adulación sobre su régimen que tenía el control militar. Los iraquíes invadieron por el oeste el territorio iraní. Obtendrían una gran cantidad de victorias, mientras los estadounidenses se acercaban por el sur, y los kurdos por el norte en un nuevo movimiento de pinza.

Una gran cantidad de militares que habían sido leales al monarca ya habían desertado a las filas norteamericanas. Sólo quedaban los guerrilleros iraníes proclives a la revolución que se iban acercando cada vez más a la frontera con Afganistán.

En la capital, se desarrolló un exitoso plan de liberación de los rehenes, mientras los revolucionarios buscaban asesinarlos por la invasión. El terror se sembró en la ciudad para los jomeinistas, mientras que la población civil se encontraba estupefacta. Las fuerzas estadounidenses estaban cerca de capturar Teherán.

La caída de Teherán[]

Artículo principal: Batalla de Teherán

Para la defensa de la capital, el Alto Mando iraní tomó la decisión de formar dos anillos defensivos alrededor de la ciudad usando a la Guardia Revolucionaria. Una nueva división fue emplazada al sur para combatir contra las fuerzas estadounidenses mientras que la segunda fue desplegada en el norte para contener a los kurdos. Cada división contaba con diez mil soldados soldados, tanques y artillería ligera.

Las milicias habían cavado trincheras en la periferia de la ciudad, los blindados habían sido colocados en garajes y zonas arboladas para protegerlos de los ataques aéreos y se habían provocado algunos incendios para dificultar la visibilidad de los aviones y los satélites. Todo hacía suponer que los invasores habrían de combatir casa por casa para tomar la capital, pero eso no ocurrió así.

Estadounidenses en teheran

Soldados estadounidenses junto a su bandera frente a la Torre Azadi, en la capital iraní.

Al llegar a los tan temidos anillos defensivos apenas sí se encontró oposición destacable. Muchos aseguran que la Guardia no presentó pelea debido a los demoledores bombardeos estadounidenses contra las líneas iraníes y a la deserción masiva de las tropas; otros sostienen que los comandantes dieron la orden a sus soldados de retirarse y mezclarse entre la población para continuar la lucha mediante una guerra de guerrillas que ya se estaba organizando.

Tras la desarticulación de la mayor parte de las fuerzas iraníes, mientras una parte importante huía hacia el este, el aeropuerto de Teherán fue controlado por los invasores después de unos breves combates. Más tarde, los estadounidenses realizaron incursiones de tanteo con columnas de blindados a través de las calles de Teherán y luego se tomó la decisión de entrar en bloque y capturar la capital, que cayó casi sin resistencia el 29 de mayo.

El 1 de junio, el presidente Bob Kennedy proclamó el fin de las principales operaciones militares de la invasión desde la cubierta de un portaaviones, la cual fue pronunciada por el mismo mandatario estadounidense y escrita en una enorme manta que ondeaba sobre el barco. La coalición perdió más de mil soldados y aproximadamente quinientos resultaron heridos durante las primeras batallas de la invasión. A partir de entonces el gobierno estadounidense comenzó a poner en prácticas una serie de medidas encaminadas a instaurar un nuevo gobierno de transición y control en Irán.

Consecuencias[]

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Reza Pahleví en su proclamación como shah a términos de 1980. Encabeza una monarquía parlamentaria.

Formación de un gobierno provisional[]

Unos dos meses después de la invasión, el gobierno de los Estados Unidos, entregó formalmente la soberanía al gobierno iraní. En la práctica, este gobierno se ve severamente limitado por la ausencia en él de importantes líderes, la falta de control sobre las actividades de las tropas extranjeras, y los ataques de la resistencia de los jomeinistas.

Las primeras medidas acordadas con Estados Unidos y los países involucrados fue el retorno de la monarquía al país, con la asunción de Reza Pahleví, el hijo de Mohammad Reza Pahlevi, como sha. Este se comprometió a comenzar una transición hacia una democracia definitiva, pero con la exclusión de los jomeinistas de todo tipo de política.

El nuevo monarca se mostró como un verdadero conciliador entre partes, devolviendo el poder al resto de poderes y admitiendo demandas de los sectores religiosos y liberales del país. 

En sus primeras medidas, decretó en conjunto con el parlamento la creación del Consejo de Reconstrucción, con el objetivo de hacer frente a la incipiente desigualdad y la corrupción presente en el gobierno Imperial. Estos hechos le ganarían popularidad.

Elecciones y gobierno de transición[]

Véase también[]

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